Leonel Fernandez, entre angeles, demonios

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"Leonel Fernández: entre ángeles y demonios"

José Luis Taveras

Una experiencia muy común de los que viajan es que cuando empiezan a acomodarse a los ambientes visitados les sorprende la hora de partir. Una sensación parecida se bate en la conciencia del presidente Leonel Fernández. Su mandato constitucionalmente termina cuando la embriaguez empieza a provocar las emociones más excitantes. La decisión se torna entonces tormentosa.

Un revoltijo de ideas cruzadas discurre cada noche como carrusel por la mente del Presidente. Algunas tan desatinadas, como postular la mujer que duerme a su lado; otras más honorables, como honrar el mandato de su gran obra legislativa: la Constitución que hoy le cierra la puerta.

Leonel Fernández, aquel político sin fama y de común aspecto, tuvo la suerte de recibir de la mano de los dos grandes caudillos del siglo XX la encomienda de cerrarle el paso a José Francisco Peña Gómez, cuyo color era una afrenta a la imagen de una nación de morenos. Ese hombre escuálido, de trajes cruzados, afro a lo setentas y una expresión candorosa, es un hoy un estadista maduro, hábil, ambicioso y de gran porte.

Mientras la marcha del calendario le resta días a su decisión, el Presidente se mueve en una encrucijada cada vez más difícil; ángeles y demonios turban su espíritu en direcciones encontradas.

El plan satánico está surtido de provocaciones tan irresistibles como perfectas: una oposición que llegará extenuada a la contienda por sus fieras luchas intestinas; una gran cuota electoral atada a las retribuciones económicas del poder; una proyección internacional consolidada; un control legislativo avasallante; la elección de una nueva Suprema Corte y un Tribunal Constitucional a su gusto; relaciones estupendas con el clero; un partido de escasa disidencia a su liderazgo; una oposición parlamentaria muy vulnerable a la provocación mercurial y un sector empresarial “muy comprensivo”. A esa colorida oferta se le suman dulces venenosos como son la histórica oportunidad de unirse a Pedro Santana, Buenaventura Báez, Rafael Leonidas Trujillo y Joaquín Balaguer en el Salón de la Fama del caudillismo de poder y la posibilidad de llegar a ser el presidente democrático de más permanencia en un gobierno en Latinoamérica, con una juventud vigorosa y sana.

Pero las tentaciones, como fuerzas indómitas, no solo asaltan su ego y ambiciones; espíritus malignos se encarnan en perversos agentes para tentarle todos los días y en todos los lugares: en su despacho, en las reuniones políticas, en las calles, en los actos oficiales y privados.

El demonio más siniestro lleva por nombre “lisonja”, que se aposenta en las almas más mediocres, aquellas a cuyas vidas solo el poder puede darles trascendencia..

Pululan como plagas en el oficialismo. El susurro de sus voces retumba subliminalmente en el inconsciente del mandatario como mantra convertido en canción popular: “no hay nadie más pa’ sustituirte,… amar a alguien más me es imposible…no, no”. Esos adulones sufrirán más delirios y ansiedades mientras la hora cero se acerque; entonces resurgirán gritos idolátricos de eras mesiánicas que creíamos rebasadas. Ya algunas vallas publicitarias puestas ¡por… nadie! ensucian los espacios urbanos sugiriendo cierto determinismo providencial en la reelección de Leonel, como sujeto de un destino irremisible.

La oferta angelical en cambio es menos diversa, pero más trascendente. Tiene una sola retribución, aunque más duradera: la tranquilidad de decidir por lo correcto y de no autonegarse hollando sus propias palabras y el supremo pacto con una nación que le dio la confianza para prohijar una Constitución sin más reelección para él, por más malabarismos exegéticos que ciertos iluminados del Derecho Constitucional puedan hacer por conveniencias o complacencias.

La decisión final estará sujeta a contingencias coyunturales o a condicionamientos políticos. Quizás estos tengan más fuerza que cualquier otro factor, a tal punto que ya tiene expresión en una de las leyendas más pegada de la publicidad reeleccionista:Porque él no se pertenece y el pueblo se lo merece. Leonel 2012-2016. Así las cosas, es posible que ya el Presidente haya perdido la soberanía para decidir. Existen serios riesgos en dejarle el camino a cualquier candidato, sobre todo para muchos funcionarios que tendrán que rendir cuentas ante la Justicia, si no se reedita el pacto de impunidad que se dio en el pasado. Por eso es tan crítica la elección de una nueva Suprema Corte de Justicia, proceso que volverá a viciarse políticamente, sobre todo después de un ejercicio del poder de tanto tiempo. Nace entonces la reelección comonecesidad nacional. Idea que ya empieza a incubarse en los laboratorios mercadológicos de las próximas jornadas populares. La insustituibilidad del Presidente se convertirá en dogma que todo peledeísta tendrá que profesar, si no por fe, al menos pordisciplina partidaria. Ya algunos presidenciables dentro de las filas del partido de Bosch¿o de Balaguer? han claudicado anticipadamente declarando que solo van si Leonel no lo hace, aun concientes, más que nadie, de que la Constitución le prohíbe un nuevo mandato. Hombres de la talla moral de José Tomás Pérez se han adherido a esta lastimera estrategia que solo busca la sombra del líder. Danilo Medina, a quien la frustración lo condenó al voto del silencio, sale del convento midiendo al dedillo...

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