La Policia Al desnudo

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La Policía Al desnudo

José Luis Taveras

Si al margen de todo prejuicio se analizara, a cuerpo entero, la Policía Nacional, debemos convenir en que es una de las mejores del mundo.

No es una broma de mal gusto ni una sátira imprudente. Es la conclusión natural de todo el que pueda penetrar a su mundo y desentrañar parte de sus realidades más intimas.

La supervivencia de esta institución constituye un milagro cotidiano, donde la carencia, como las huellas del crimen, estampa su marca en todo y la retribución al deber se diluye entre la esperanza a un ascenso tardío o la asignación a un despacho con presupuesto.

Fuera de la placidez del retiro, del premiado con la bendición de la jefatura, en la vida policial todo es rudo y hostil; el primer y más desafiante combate es justamente en contra de la propia miseria de una institución en la que permanecer con moral es la prueba más dura a la dignidad. A pesar de esto, más de 30,000 hombres cargan el orgullo de ser miembros del “cuerpo del orden”, condición que materialmente los eleva a dos rangos del mendigo. El hambre, la inseguridad, las noches de insomnio junto al “arma de reglamento” son su único pertrecho para lidiar en las oscuras y salvajes calles del crimen urbano. Una lucha tan desigual como quimérica. Ya no se trata de la delincuencia menuda ni ratera de décadas pasadas, sino de empresas criminales con organización, códigos, estructuras de mando, poder financiero, penetración en los centros de poder, especialización operativa y enlaces internacionales.

La seguridad ciudadana, frente a este nuevo reto, deber ser abordada filosófica, institucional y logísticamente con parámetros por lo menos equiparables. Ya no es un problema del orden público policial sino de una inaplazable política de Estado. En ese contexto, la Policía Nacional lleva todos los golpes y las acusaciones de una población medrosa que espera resultados ideales e inmediatos cuando el trasfondo es inconmensurablemente desbordante a los hechos que recoge la prensa y que son los que apenas salen a superficie. Desde esa perspectiva, más que demandarle todo a una institución quebrada, debemos reclamarles a los gobiernos la atención que precisa la sociedad en términos de seguridad ciudadana, principal preocupación de los dominicanos de hoy. Mientras tanto, la Policía seguirá haciendo lo que sabe hacer dentro de su estrecha visión autoritaria, sus debilidades ancestrales y su impotencia o permisividad con el crimen organizado. No más.

¿QUIÉN FINANCIA LA POLICÍA?

La respuesta a esa pregunta luce obvia. Sin embargo, la realidad sociológica es otra y revela las más inéditas y oscuras formas de autogestión financiera, tanto personal como institucional. Lo que debe quedar claro es que ningún alistado u oficial puede sobrevivir con los niveles salariales nominales que recibe, por lo que la sobrevivencia es la fuerza instintiva que anima a todo agente al salir a la calle.

Veamos la relación de salarios de la Policía Nacional:

P. N.

Coronel 19,727.10 (bruto) 15,429.12 (neto)

Tte. Coronel 18,743.85

Mayor 15,783.75

Capitán 13,811.50

1er Teniente 10,850.25

2do Teniente 9,864.70

Sargento/Mayor 7,981.00

Cabo 5,851.20

Raso 5,319.90

AMET

Coronel 25,000 a 45,000, dependiendo de la función

Mayor 20,000 a 25,000

Capitán 15,000

1ros. Tenientes 14,000

2dos. Tenientes 13,000

Alistados 4,500

ISSPOL

Gerentes 45,000

Encargados 20,000

Digitadores 8,000 a 10,000 oficiales

Alistados 7,000

En cuanto a los salarios de POLITUR, AMET e ISSPOL, son todos equivalentes. Sin embargo, estos están dispuestos de manera administrativa, no regulados por la Contraloría o por ley. Dichos directores pueden disponer a su antojo el nivel de salario en estas instituciones y en otras.

Estos bajos salarios constituyen la primera y eterna prueba de honor de un policía. Mientras esta situación se mantiene congelada por falta de ingresos, otros poderes públicos, con responsabilidades más políticas que funcionales, como el Congreso –la institución pública más desprestigiada después de los partidos políticos-, retribuye a sus miembros con sueldos propios de parlamentos de países del primer mundo. Así, por ejemplo, un diputado recibe como sueldo base 175,500 pesos mensuales, pero se le agregan 45,000 de dietas, 35,000 de gastos de representación; además, los fondos de Gestión Legislativa y de Compensación Social: el primero de 50,000 y el segundo de 87,000, respectivamente. En total, dispone de 392,000 pesos, o un equivalente a 10,800 dólares -muy por encima de países como Chile, donde recibe 7 mil; en Colombia 7,600, y en España 3,817, como salario base-. En esta suma no se agregan entre 10,000 y 14,000 pesos para combustible y 3,000 pesos de celular.

Resistir las provocaciones del dinero del crimen organizado requiere un altísimo sentido de dignidad que no todos están dispuestos a profesar. ¿Cómo, entonces, sobrevivir? La respuesta tiene una historia larga.

Tradicionalmente la principal fuente de enriquecimiento de la oficialidad policial fue el manejo de los presupuestos y la gestión discrecional de las obras, contrataciones y compras de la institución. Durante décadas las contratas y sus asientos se han realizado sin criterios de transparencia, como compensación tácita a unos sueldos de miseria. Esto posibilita la percepción de ingresos y comisiones de reverso a favor de los jefes de instituciones internas claves, por eso el interés de todo oficial es ocupar un despacho con presupuesto, llegando, en algunas jefaturas, a tener...

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