Arturo Ramirez Fernandez

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"Arturo Ramírez Fernández"

Ruth Ruiz

Más de seis décadas después, Alcedo Arturo Ramírez Fernández tiene muy presente en su memoria la fecha del 28 de octubre del año 1945. Ese día se graduó de abogado, luego de cinco años que define como de intensa lucha, ya que durante las mañanas trabajaba como maestro en la escuela República de Chile, y a partir de las 4 de la tarde y hasta las 7 de la noche asistía a recibir las cátedras “de un grupo de distinguidos profesores, altamente preparados y verdaderos expertos en las materias que impartían”.

Desde entonces el Derecho definió el rumbo de una dilatada carrera al servicio de la judicatura que, si bien le permitió vivir dignamente y proveer a sus cinco hijos una adecuada formación profesional en el país y el extranjero, nunca vio como instrumento para acumular fortuna.

Ocupó diversos cargos en el tren judicial, desde juez de paz hasta presidente de la Corte de Apelación en su natal San Juan de la Maguana, pero en los últimos años se dedicó al ejercicio privado como notario público, en su despacho al que –a punto de cumplir 91 años de edad- acude a diario tras recorrer a pie el camino desde su casa.

  1. ¿Por qué elige el Derecho como profesión?

  2. Mi inclinación al Derecho comenzó cuando en el año 1939 se creó nuestra provincia, que es hoy llamada San Juan de la Maguana en sustitución de su primer nombre, que fue provincia Benefactor.

    Cuando esto sucedió, como un requisito obligatorio de la provincia se crearon los tribunales judiciales necesarios, entre ellos el Tribunal de Primera Instancia, en el cual se conocían tanto los asuntos civiles como penales, con la celebración de audiencias en que se conocían los delitos -o las infracciones no muy graves- y los crímenes -o sea las infracciones más graves, tales como los homicidios.

    En ese que es el aspecto penal cuando se conocían crímenes muy fuertes se juntaban muchas personas, porque los abogados de las partes pronuncian encendidas defensas, expresándose en tono muy alto y con discursos cargados de imágenes y ademanes. Mucho público asistía a estas audiencias, entre ellos jóvenes, como lo era yo.

    Otra actividad me llamaba mucho la atención y era el servicio diplomático; yo advertía que para esos cargos generalmente eran abogados las personas escogidas, que representaban al Estado en distintos países. Esos representantes eran personas muy cultas, distinguiéndose en distintas épocas, entre ellos los licenciados Arturo Logroño, M. A. Peña Batlle, Víctor Garrido, Osvaldo Bazil, los hermanos Troncoso Sánchez, Porfirio Herrera, Jesús María Troncoso Sánchez, Max Henríquez Ureña...

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