Una carta a los imputados en el caso Odebrecht

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Una carta a los imputados en el caso Odebrecht

Ernesto J Armenteros

Distinguidos señores:

Pueden leer este mensaje, con tranquilidad. No tengo la intención de hacer leña del árbol caído, ni de enrostrar culpas. No tengo por qué hacerlo, ustedes son inocentes hasta que la Justicia pruebe lo contrario e independientemente de que varios cientos de miles de miembros de nuestra sociedad ya los crean culpables. No es en vano que la Iglesia católica considera un pecado gravísimo la difamación. Yo no los voy a difamar. Así que tranquilos. Simplemente voy a lucubrar sobre la difícil situación en que ustedes están involucrados, las circunstancias que los ha llevado a sufrir lo indecible y exponer a ustedes y su familia al escarnio de la opinión pública.

Con la excepción de uno de ustedes, no los conozco personalmente y al que sí conozco no es que tampoco hayamos compartido durante prolongado tiempo ni recurrentemente. Simplemente estuvimos juntos en un viaje hace varios años con otros amigos y lo pasamos muy bien. Con relación a los otros imputados, sé quiénes son, por ser personas públicas desde hace muchos años. Nada más. Me han dicho que son bellas personas, amables, generosos, familiares, consecuentes. Incapaces de mantener rencores o tomar venganzas. Si voy a lucubrar sobre su estatus y sus pensamientos lo haré basado en la acumulación de opiniones e información que se ha publicado sobre el caso Odebrecht, descartando lo inverosímil, lo tendencioso por intereses partidarios o individuales y, principalmente, por simple conocimiento de cómo se bate el cobre en las lides del Gobierno.

Pues bien, señores imputados, ustedes, aunque no se sientan particularmente privilegiados de definir el futuro político de la República Dominicana, están en la difícil coyuntura de poder definirlo. Así es. Probablemente hubieran preferido no ser los que la historia haya designado para esa difícil y sacrificada misión, pero no siempre el destino nos reparte las fichas de dominó o los naipes más favorables.

Para empezar, está claro que ninguno de ustedes se siente culpable de haber cometido ningún delito y así lo han manifestado inequívoca y reiteradamente. Lo entendemos. Hace tanto tiempo que el boroneo, el soborno, elyo te doy esto a cambio de esto es tan prevaleciente en la forma de gobernar que para los funcionarios del Gobierno, los empresarios y los ciudadanos se da por descontado aquello de quesin corrupción no hay progreso. Que de repente se haya armado una algarabía de cientos de miles de manifestantes en contra de lo prevalente es algo inexplicable. Esa percepción de ustedes es atendible y tiene numerosos precedentes. Por ejemplo, uno entre muchos: Al Capone, el famoso mafioso de Chicago, sostuvo hasta la muerte, convencido de su verdad, que la policía y la justicia lo perseguían y...

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