Luminosos destellos en la justicia para castigar

Páginas02477558

Luminosos destellos en la justicia para castigar

Héctor Dotel Matos

Magistrado: Todo iba bien hasta que me llamó ´individuo´; ahí se me subió la sangre y lo maté.” Anónimo delincuencial.

La justicia de los hombres no debe proponerse como fin castigar todos los delitos que se cometan, sino tan sólo aquéllos que lleguen a su conocimiento y puedan probarse. Así como el avezado no debe formularse el conocimiento de toda verdad, sino tan sólo de cuantas estén al alcance de su limitada inteligencia.

Y no se diga que fuera el ideal de la justicia humana que ni un solo delito quedase impune, pues siendo esto imposible por la natural limitación de nuestras facultades, el aspirar a conseguirlo supondría presunción y soberbia, perpetuos manantiales del error y de la injusticia.

Supongamos un Juez empeñado en que ni un solo criminal quede en su jurisdicción sin el merecedor castigo. Cuanto mayor sea ese empeño, mayores serán palmariamente el celo y la actividad que desarrolle en su persecución. Hasta aquí nada hay que no sea laudable y meritorio.

Mientras uno, dos, tres o más años, puede enaltecerse de haber salido con su, al parecer, justísimo raigambre. Pero un día llega a sus noticias el crimen quizá más grave de cuantos ha conocido, envuelto en ciertas nebulosidades. Dedícase con ardor a su descubrimiento y logra, por fin, esclarecerlo. En efecto: se cometió el más horrible de los delitos. ¿Quiénes son y dónde están sus autores? Enormes desvelos y muchas preocupaciones, considerado y absorto estudio de las ocurrencias, minuciosas y pacientes investigaciones: nada encaja. Ni una radiación de luz alumbra su imaginación. Pasan días, meses, años… similar enigma, el mismo atraso. ¿Qué concebir? Si considera que no cumple bien su misión si no es castigando todos los delitos que se cometan; si en su presunción y soberbia no llega a convencerse de lo limitado de sus medios, y persiste en su tenaz empeño, ¡qué de peligros no puede envolver su obcecación para la inocencia¡ Si, por el contrario, se convence, con el Restaurador del Imperio de Occidente, de quecuantas veces Dios no quiere conceder a los jueces el esclarecimiento de un crimen, es prueba manifiesta de que lo reserva para el augusto Tribunal de su divina justicia, sin desistir del justo empeño de dar con los malhechores, no abultará por la obsesión los medios; no juzgará desdeñada su potestad ni discordante su nombre; aplazará con sosiego los hechos, confiando en que tal vez el tiempo promueva...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR