Campaña Electoral secuestro de la moral
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Campaña Electoral secuestro de la moral
Ruth Ruiz
Las elecciones constituyen la máxima expresión de legitimidad en que se sustenta un sistema democrático.
Antes, durante y después de un proceso electoral, la ciudadanía tiene la oportunidad de ejercer sus derechos de manera individual y colectiva. Esos derechos se manifiestan, sobre todo, en la libertad para elegir y ser elegido, el libre ejercicio de la actividad política, de opinión y de expresión.
Sin embargo, y a pesar del uso y abuso de técnicas modernas de persuasión, sociólogos y politólogos advierten
sobre la apatía que reflejan los niveles de abstención electoral observados en los últimos procesos.
Entre las razones que motivan el desinterés del electorado, está el hecho de que los candidatos que concurren a las
elecciones presidenciales cada cuatro años se aferran a un modelo de campaña cada vez menos atrayente, centrado
en la descalificación del contrario, diferentes modalidades de clientelismo, y en la ausencia de propuestas puntuales
y promesas creíbles.
Los siguientes son algunos de los vicios históricos que empañan los procesos electorales en nuestro país.
OBSESIÓN DE PODER
La obsesión por el poder se manifiesta desde los procesos primarios para definir las candidaturas que representarán
a cada partido. Por tanto no es casual que de esos procesos internos surjan animosidades generadas por un
sentimiento de frustración en las minorías que, al sentirse avasalladas, se ven obligadas a replegarse ante los designios del poder.
En plena labor proselitista, desde la óptica triunfalista del aparato promotor de una candidatura, el electorado
es visto como medio para alcanzar el fin deseado: el ascenso al poder o la permanencia en el mismo, de modo tal que los ciudadanos en calidad para votar son tratados y analizados como objetos, y no como sujetos.
A medida que se acerca el fin de la campaña, se intensifican las manifestaciones populistas, el transfuguismo
y la materialización de agendas secretas: osadas maniobras dirigidas a crear crisis coyunturales que permitan la
adhesión de los más cautos e indecisos votantes.
Dispendio
La gula electoral se manifiesta en el gasto excesivo e irracional que se realiza durante las campañas. Este es un
aspecto que llama a preocupación de distintos sectores de la sociedad, pero que se sitúa como el más difícil de controlar.
Si el bombardeo constante de publicidad a través de diferentes medios y plataformas propagandísticas no bastara,
una ojeada a los datos divulgados por diferentes medios con relación a los montos invertidos en la campaña
electoral permite corroborar la apreciación inicial.
Durante el presente proceso, los partidos políticos recibirán por vía oficial a través de la Junta Central Electoral,
una suma que ronda los RD$1,060 millones, según lo dispone la ley. Pero, en lo que algunos denominan como
voracidad partidaria, esa suma no les basta para costear sus actividades y, en vez de ceñirse a lo que les permiten
los recursos recibidos, lo usual es que...
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