El escandalo del servicio legal Dominicano

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"EL ESCANDALO DEL SERVICIO LEGAL DOMINICANO"

José Luis Taveras

La República Dominicana aspira a incorporarse a nuevos espacios de integración económica. Es inminente la inserción del país al exigente mercado norteamericano a través del diferido DR-CAFTA. Paralelamente, un flujo continuo y creciente de inversión genera una dinámica de trasferencia tecnológica que demanda activos humanos cada vez más calificados de acuerdo a estándares internacionales.

Dentro del contexto centroamericano y del Caribe, la República Dominicana ha ofrecido, desde finales de la década de los setenta, un clima de relativa estabilidad política en medio de una región convulsa e inestable. Este ambiente facilitó la emergencia de una industria turística puntera e internacionalizada. No obstante, las políticas públicas no se orientaron a fortalecer y modernizar las instituciones, sino que los gobiernos, especialmente del presidente Joaquín Balaguer (1966-78; 86-90; 90-94; 94-96) optaron por un modelo de desarrollo basado en la construcción de obras de infraestructura y en el gasto asistencialista, relegando la inversión en la educación y la salud a niveles marginales.

Este desequilibrio en la concepción del desarrollo, sumado a una degradación institucional casi tribal, provocaron que República Dominicana, a pesar de sus extraordinarias potencialidades naturales, perdiera oportunidades insospechadas para asumir los derroteros del liderazgo en la región. Los gobiernos que se sucedieron en décadas más recientes continuaron con esta visión, que aunque generadora de dividendos electorales, ha sido responsable, en gran medida, de las distorsiones históricas entramadas en el pensamiento y construcción del desarrollo dominicano. Así, mientras San José exhibe, como capital, un modesto crecimiento urbanístico en comparación con Santo Domingo, Costa Rica, país que optó por un modelo de inversión en el gasto social, rebasa holgadamente a la República Dominicana en estándares de educación, salubridad, calidad y expectativa de vida. Hoy la República Dominicana está perdiendo la carrera de la competitividad internacional, aún de aquellos países que hasta hace apenas algunos años salieron de cruentas guerras civiles como El Salvador.

El colapso de nuestra producción agrícola tradicional por las políticas de precio y las tendencias de los mercados internacionales y la desatención de los gobiernos a nuestra plataforma productiva, crearon la dependencia de nuestra economía de la prestación de servicios más que de la producción de bienes. Hoy tardíamente se habla de un relanzamiento estratégico del sector agrícola a partir de rubros no tradicionales, cuando otros países se posicionan con firmeza en tales mercados y cuando la regulación internacional de los intercambios comercialesimponen condiciones cada vez más restrictivas a los subsidios tanto a la producción como a la exportación. Así las cosas, la República Dominicana del siglo XXI se encuentra ineludiblemente retada a producir cambios profundos no sólo en su estructura económica o en su ordenamiento jurídico e institucional, sino en la elevación de los niveles de calificación de los servicios, especialmente los legales, vinculados a la seguridad jurídica como factor invaluable de inversión.

...el problema de la práctica legal dominicana no reside precisamente en su masificación, sino en su bajos estándares de calidad...

La República Dominicana inició una importante reforma judicial que ha sido admirada en contextos latinoamericanos. Esta iniciativa ha sido posible gracias al otorgamiento de la autonomía presupuestaria a la Suprema Corte de Justicia y a la independencia institucional reconocida al poder judicial. La reforma ha reportado ya sus frutos: modernización de la gestión administrativa de los despachos judiciales, mejoramiento de las condiciones laborales y de capacitación del personal de la justicia, construcción de recintos judiciales dignos, sistematización de los registros y procesos judiciales y agilización de la burocracia administrativa. Este esfuerzo institucional ha tenido sus amenazas, fragilidades y detractores, pero luce irreversible. Lo que se ha logrado, por modesto que sea, nunca sería comparable con la anarquía de otrora, a pesar de que algunos sueñan con el regreso. Sin embargo, la reforma judicial ha evidenciado, en magnitudes inauditas, las hondas precariedades subyacentes en el ordenamiento de justicia dominicano. ¿MUCHOS Y MALOS?

Uno de los monstruos dormidos del sistema ha sido el problema de la formación profesional de los auxiliares de la justicia, que se ha revelado como un gran óbice al avance cualitativo...

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