EUFEMIO Y SU AMIGA

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"EUFEMIO Y SU AMIGA"

Manuel U. Bonnelly Vega

Abogado, exjuez de la Corte de Apelación del D. N., doctor en Derecho Penal por la Universidad de Buenos Aires, Argentina.

mbonnelly@drlawyer.com

Era cualquier miércoles de un caluroso verano y Eufemio se había levantado, como siempre, bien temprano. Este día, sin embargo, decidió no hacer el recorrido por las casas de familias pudientes de la capital, sino que prefirió irse directo hasta el área de La Feria.

Llegó mucho antes de las 9:00 a. m. y se apostó frente a la puerta del Palacio de las Cortes, de manera que los abogados que accedieran al edificio tuvieran la obligación de tropezarse con él antes de entrar.

Su saludo, casi mecánico, era: "Dame cien pesos". Eso sí, a todos los llamaba por su nombre o apellido, e incluso les preguntaba por alguien o por algo que su cerebro tenía registrado como relacionado con el letrado a quien dirigía su saludo.

Ya a las 10:30 a. m. había reunido cerca de tres mil pesos y como el flujo de entrada al edificio había disminuido prefirió sentarse un rato a esperar que algunos, que le prometieron su regalito a la salida, terminaran sus quehaceres.

Por eso cruzó la calle y se colocó en la acera de enfrente junto a una de las jardineras que se habían levantado en la parte trasera del Senado de la República, desde donde podía ver perfectamente, a manera de palco, la cara de todos los que salían.

Un rayo de sol tocó de pronto su cara y lo segó por segundos. En ese preciso instante puso su vista sobre la estatua de Temis que, como guardiana impenitente, se erige frente al edificio y, de manera casi natural, inició una conversación con la Diosa.

No era esta la primera vez que conversaba con ella. De hecho, se sentía privilegiado por ser el único con quien Temis establecía diálogo, al menos sin cita previa. Siempre la tuteaba y la llamaba por su nombre, aunque le decía nombres distintos: a veces, Forseti, en otras ocasiones Honos, Ishtaran o Maat. Y es que su manía de leer todo lo que le cayera en las manos le había permitido leer un artículo titulado "La justicia en las diferentes mitologías" donde se hacía referencia a los nombres dados a esa deidad en las distintas civilizaciones antiguas.

En un espacio de cordura, de esos que le venían a la cabeza esporádicamente, había inferido que, como en nuestro país lo copian todo, era muy posible que el escultor que había dado vida a su amiga tomara como modelo la figura de la deidad romana en vez de la griega, o algo así...

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