José Enrique Hernández Machado

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José Enrique Hernández Machado

DECANOS DEL DERECHO DOMINICANO

"La nueva generación de juristas debe estar consciente de la importancia del conocimiento y la capacidad jurídica para lograr un desempeño profesional digno y aceptable".

  1. ¿POR QUÉ DECIDIÓ FORMARSE COMO ABOGADO?

  2. Mi inclinación hacia la carrera de derecho no fue producto de una decisión propiamente dicha, ante una disyuntiva, sino como consecuencia de un estado de conciencia determinado, quizás, por un germen hereditario insoslayable, marcado primeramente por mi abuelo materno, Manuel Arturo Machado, quien obtuvo un doctorado en Derecho a fines del siglo XIX en la Universidad de Santo Domingo, en la que llegó a ser catedrático de Derecho Civil luego de haber ejercido la abogacía en la práctica privada.

    Más adelante, en el año 1908, fue juez de la Suprema Corte de Justicia, instituida a partir de ese año como Corte de Casación, donde estuvo por cuatro años. Luego pasó a las lides políticas de esa época, llegando a desempeñar óptimas funciones gubernamentales, aunque por tiempo relativamente corto, porque murió a los 55 años de edad.

    Siguiendo el carril de mis genes jurídicos, por así decirlo, mi padre J. Enrique Hernández Rodríguez, vegano de nacimiento, realizó estudios en la Facultad de Derecho de la Universidad de Santo Domingo, donde obtuvo la licenciatura de abogado, y ejerció privadamente su profesión durante varios años en Santo Domingo, San Pedro de Macorís, La Vega y Santiago. Desempeñó varias posiciones en la judicatura nacional, tales como juez de paz, juez de primera instancia, juez y procurador general de cortes de apelación, juez del tribunal de tierras de jurisdicción original, abogado del Estado ante el Tribunal de Tierras, juez del Tribunal Superior de Tierras, así como catedrático de de la Universidad de Santo Domingo, por corto tiempo, cuando llegó el final de su vida a los 55 años de edad.

    Esa secuencia hereditaria hizo sus efectos, a mi juicio, para emprender mi carrera de derecho con inusitado entusiasmo, aun sin tener el conocimiento cabal de lo apasionante de las cuestiones y reflexiones jurídicas que se suscitan en esta ciencia.

    En efecto, puedo expresar con convicción, sin eufemismos, luego de un dilatado ejercicio profesional de más de cincuenta años, con unos veinticinco en la judicatura nacional, que si después de desaparecer físicamente volviera a este mundo, abrazaría otra vez, sin titubeos, la ciencia jurídica como norte profesional de mi vida.

  3. ¿CÓMO FUERON SUS INICIOS EN LA CARRERA DE DERECHO?

  4. Como todo inicio del ejercicio profesional en cualquier carrera académica liberal, los primeros pasos resultan sumamente lentos y dificultosos, sobre todo en mi caso específico en que mi padre no tenía bufete jurídico formal al momento de su prematura muerte. No me quedó más alternativa que junto a dos condiscípulos (César Liriano Bencosme y Salvador González Peguero, ambos lamentablemente fallecidos) alquilar una habitación con una sola puerta de acceso a la calle Sánchez de Ciudad Nueva, donde colocamos un par de escritorios viejos y una vitrina antigua con los códigos dominicanos y algunos libros de jurisprudencia y doctrina (el espacio no daba para más), con la especial circunstancia de que Salvador González Peguero y yo, para beneficio de nuestra precaria situación económica, laborábamos como auxiliares mecanógrafos en la Presidencia de la República y en la Secretaría de Estado de Previsión Social, respectivamente, hasta la 1:30 p. m. Solo César Liriano, que recibía alguna pequeña ayuda económica de su padre, abría el "bufete" por la mañana y podía disfrutar...

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