Los medios de masa ¿Guardianes o carceleros de la democracia?

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"Los medios de masa ¿Guardianes o carceleros de la democracia?"

Anselmo Muñiz

Mucho se ha hablado sobre la trascendencia de la información y del conocimiento en la era contemporánea. Más todavía se ha dicho sobre el rol central que juegan los medios de comunicación en el mantenimiento de una democracia vigorosa y pujante. Desde el siglo XIX, el discurso liberal ha hecho énfasis en que una prensa "libre" que ejerza un contrapeso al Estado es uno de los pilares de la democracia liberal.

Sin embargo, como otros aspectos de la modernidad, la prensa "libre" parece haber sufrido una inversión dialéctica hasta convertirse en su opuesto: la prensa "esclava".

Como señala Curran, muchas de las ideas sobre el rol democrático de los medios de comunicación provienen de una época en la que "los medios" se refería a una gran cantidad de publicaciones políticas de escasa circulación. Esta narrativa liberal de finales del siglo antepasado se concentra en defender el papel de la prensa privada como el principal mecanismo del control ciudadano de la gestión pública. Para esto, la teoría progresista se sustenta en el paradigma del Estado como único locus del poder, y la esfera privada como un espacio donde se reúne un conglomerado de entes autónomos, racionales y egoístas para transar libremente al amparo de las reglas establecidas por el Estado. Así, este último es visto como un mal necesario, pero que debe ser limitado y controlado. La prensa "libre" era, pues, la prensa privada, que ejercía el rol de "perro guardián" para evitar que el "leviatán" se desviara de sus funciones.

Esta misma visión siguió inspirando los discursos más radicales del liberalismo en su batalla con las distintas formas de las narrativas dirigistas que proponían (ya entrado el siglo XX) diferentes grados de control estatal sobre la actividad económica y social. A partir de la década de 1980, con el ascenso del discurso neoliberal, la narrativa clásica de la prensa "libre" tuvo un redescubrimiento, lo que llevó a la desregulación, la liberalización y la privatización de los mercados de las telecomunicaciones y del espectro radioeléctrico.

El problema con esta visión es que, al sustentarse en una percepción del Estado como locus del poder, ignora por completo el ejercicio de la autoridad poder por las elites económicas. Más aun, este argumento ignora el poder que ejercen los propios medios de comunicación, los cuales en la actualidad están cada vez más concentrados en manos de un pequeño puñado de conglomerados económicos. En este sentido, Curran argumenta que los medios de comunicación influencian el entendimiento público del mundo a través de la representación rutinaria de la realidad; este "poder de definición" impacta en el comportamiento y las actitudes del público.

Quizás uno de los principales trabajos que analiza el poder de los medios de comunicación masivos es la obra del cientista político Giovanni Sartori: Homo videns: La sociedad teledirigida (1997). Sartori argumenta que, con la aparición de la televisión, la política cambió radicalmente. En la era de la videopolítica, la imagen predomina y el debate, como forma activa de creación de la opinión pública, da paso a la visualización como forma pasiva de recepción de una "opinión pública" que se conforma a partir de la imagen. El italiano señala que la televisión nos forma durante toda nuestra vida, y a través de esto, la opinión pública deja de ser endógena (que nace del público) para ser exógena (se le impone al público), porque "la televisión se exhibe como portavoz de una opinión pública que en realidad es el eco de regreso de la propia voz". En la misma línea argumentativa que Curran, Sartori señala que la opinión pública es aquella que es "representada" por los medios, principalmente los televisivos.

Un aspecto importante que revela Sartori es que en la era de la televisión la política no se trata de líderes-militantes que transmiten un mensaje, sino que el "video líder" es el mensaje. Así, la televisión personaliza las elecciones, constituyéndose en un factor que socava las bases de los antiguos partidos organizados de masa. Esto es así, porque en la era de la videopolítica no se requieren grandes estructuras de militantes organizados para recolectar votos, toda vez que la televisión permite acceder directamente a la persona del votante, quien recibe pasivamente el mensaje (el video líder). Es evidente que allí donde el sistema de partidos es más débil, la influencia de los medios televisivos es más fuerte y viceversa. Sartori explica en estos términos la diferencia entre los países de Europa occidental y los Estados Unidos, demostrando que el débil sistema de partidos del segundo explica la mayor influencia de los medios televisivos. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, en Europa occidental los medios televisivos ganan cada vez más influencias sobre el sistema de partidos y el sistema electoral.

Hay autores que dudan del impacto que tienen los medios sobre la política. Por ejemplo, a propósito de las elecciones argentinas del 2011, Silvio Waisbord escribió un artículo titulado "El poder de los medios" en el cual señala que si bien los medios tienen algún impacto en las preferencias políticas, este no es suficiente para cambiar la opinión de los electores más comprometidos con las respectivas corrientes o ideologías. Ciertamente, este argumento se basa en uno de los sesgos cognitivos más reconocidos y estudiados por la psicología: las personas tienden a creer más en las informaciones que concuerdan con sus creencias previas. Sin embargo, Waisbord ignora el hecho de cómo surgen esas creencias previas. Los medios construyen el imaginario social, a través de la representación que hacen de la realidad.

La política, en la medida en que se trata de una actividad plural, se localiza en el ámbito de lo simbólico, es decir de la comunicación. La "realidad" política se construye a partir de los símbolos o significantes que dan lugar a un discurso político (en este caso entendemos discurso no como usualmente se interpreta en nuestro ámbito, un simple acto del habla, sino como cualquier estructura social capaz de tener un significado). Más aun, dado que la comunicación y lo simbólico hace referencia a un "otro" a quien se transmite el mensaje, todo aspecto comunicacional-simbólico corresponde al ámbito de lo político; así, lo político es fundante de lo social. En otras palabras, para concebir la sociedad más allá de una simple aglomeración momentánea de individuos es necesaria una estructura comunicacional-simbólica que constituya esa sociedad. De ahí que si algún actor tiene un control importante de esa estructura comunicacional-simbólica, jugará un papel preponderante no solo en la política, sino en la propia constitución de...

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