La monarquía española: crisis y futuro

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La monarquía española: crisis y futuro

José Luis Taveras

"Lo siento mucho, me he equivocado; no volverá a ocurrir".

Rey Juan Carlos I

No es la primera vez que en España abdica un rey. Ya en seis ocasiones anteriores otros monarcas cedieron sus mandos reales; la última de ellas fue en 1941, cuando Alfonso XIII lo hizo en favor de su hijo, don Juan de Borbón, padre del dimitente rey Juan Carlos I.

Lo particularmente significativo de esta renuncia es el momento que vive España y su Corona, marcadas por una crisis con escasos precedentes en su historia monárquica. La vieja potencia colonial atraviesa por una recesión catastrófica tintada por signos sombríos: una contracción de su PIB que, al primer año de la crisis, 2009, tocó el –3. %; el colapso del mercado inmobiliario –solo el año pasado dejó sin casas a casi cincuenta mil familias—; la tasa de desempleo más alta, situada hasta abril de lo que va de año en un 25.1 % la general y 53.5 % la de menores de 25 años.

La pérdida de la esperanza española sale a la calle a vaciar su descontento por la forma en que el gobierno conservador del Partido Popular (PP) y su desacreditado líder Mariano Rajoy han manejado la crisis. Para colmo de males, de este patético cuadro cuelga un rosario de actos de corrupción cuyas cuentas enredan al mismo trono real con la investigación del yerno del ex jefe de Estado, Iñaki Urdangarín, por corrupción y evasión de impuestos. Como remate a su infortunio, el equipo nacional de España, campeón mundial, sale descalificado en las primeras eliminatorias del pasado Mundial de Fútbol celebrado en Brasil. Los astros parece que perdieron su alineación sobre la nación ibérica.

Pese a no ser para nada rutinaria, la abdicación del rey Juan Carlos no suscitó grandes sorpresas. El progresivo deterioro de su salud, los escándalos en la familia real, el incontenible descontento social y la falta de respuestas de la monarquía a una crisis tan aguda como degradante concurrieron en la toma de esta soberana decisión real.

La abdicación de don Juan Carlos y su relevo por natural sucesión de su hijo y heredero a la corona, el hoy rey Felipe VI, ha rescatado un tema de su olvido: el costo del monarquismo español. La inusual sucesión del mando real anima así viejas ideas republicanas. Pero, ¿realmente está en peligro la Corona española? Este debate, que aunque latente, había apagado su voz, vuelve a inquietar a no muy pocos españoles. Y es que las circunstancias históricas en las que Felipe VI asume hoy el trono son muy distintas a las que se impusieron cuando con su padre la monarquía retornaba a España.

Juan Carlos I, proclamado el 22 de noviembre de 1975, tras la muerte del tirano Francisco Franco, pese a haber jurado perpetuar los principios que sustentaron la dictadura, no solo facilitó la transición ordenada hacia la democracia, sino que promovió, mediante un referendo popular, la Constitución española del 27 de diciembre de 1978, que erigió al Estado español como una monarquía parlamentaria. Juan Carlos I personificó la definición que el artículo 56 de la propia Constitución le da al soberano como "símbolo de la unidad y permanencia del Estado español". Tras una sucesión de eventos turbulentos atizada por la cruenta guerra civil (1936-1939) y seguida por cuarenta años de dictadura militar, resultaba ineludible una transición estable que mantuviera, a toda costa, la unidad española. La figura del rey representó la cohesión social y el equilibrio político que precisaba España en ese momento para evitar la erupción de los agrietamientos revelados en la guerra civil. Juan Carlos encarnó, con su carismática personalidad, esa aspiración. La conducción de España hacia la democracia sin traumas ni reveses afirmó el prestigio y la autoridad del rey, aun más...

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