A LAS MUJERES, POR LA MATERNIDAD

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A LAS MUJERES, POR LA MATERNIDAD

Rosina de la Cruz

Hace algunos años, en uno de los canales de televisión por cable, vi una película, cuyo nombre no recuerdo precisamente ahora, pero era algo así como Secuestro del No Nato, que me llenó de terror y me causó durante muchas noches, pesadillas y malos sueños.

El tema de la película de ciencia-ficción era que había llegado el tiempo en que la anticoncepción por cualquier método estaba prohibida, la interrupción voluntaria del embarazo severamente sancionada y las mujeres y sus familiares eran sometidos a toda suerte de torturas y vejaciones, cuando había la sospecha de que alguna mujer había tenido una interrupción voluntaria de un embarazo.

La trama se desarrollaba en Estados Unidos, país en que los grupos más atrasados habían logrado reducir los derechos de las mujeres a su más mínima expresión. La mujer que viajaba a Canadá, donde era posible obtener medios anticonceptivos e interrumpir voluntariamente un embarazo, era sospechosa del crimen y se la sometía de grado o por fuerza a exámenes ginecológicos y médicos en general, para obtener las pruebas necesarias para someterla a la justicia con posibilidades de obtener en su contra una condenación que podía llegar a prisión perpetua.

La inquietud que me produjo esa película, que vi varias veces, me hizo prevenir en algunos artículos publicados a las mujeres de que la disminución de sus derechos y libertades podría estar comprometida, precisamente a causa de su posibilidad de gestar un nuevo ser humano. Aunque a la sazón mis familiares más cercanos pensaron que era una exageración, creo que esa hora nos ha llegado a nosotras, las dominicanas. Se nos quiere someter por la maternidad.

Sin exageraciones, veamos el panorama. Durante siglos las mujeres fueron sometidas por su supuesta debilidad, menor inteligencia, capacidad o incapacidad para realizar o no determinados trabajos, porque solo eran el receptáculo en el que se incubaba un ser humano, porque era un hombre incompleto o fallido, por todo lo cual fue colocada en una posición secundaria, subordinada, se la discriminaba, se la marginaba, a un grado tal que en algunos países del oriente una mujer valía menos que la bosta de camello.

Pero el desarrollo de la educación, de las ciencias, del mundo en general, por lo menos en occidente, ha demostrado que todos esos argumentos eran producto de la ignorancia, el resentimiento y la envidia. Y así se han ido colocando en la perspectiva correcta la...

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