Una nación borracha

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Una nación borracha

José Luis Taveras.

Como distantes datos académicos, leemos los avances de una sociedad china que se impone como la cuarta economía mundial; o de un país como Chile que ya ingresa a los estándares del primer mundo o de los paradigmáticos modelos del sudeste asiático, países que con su agresiva competitividad en los mercados mundiales han elevado la calidad de vida de sus pueblos. Ejemplos que sólo nos sirven de referentes estadísticos sobre la insondable capacidad de una nación cuando sus fuerzas se concentran en torno a objetivos claros y trascendentes.

El nuestro es un país quebrado en sus visiones, fragmentado en sus propósitos y dominado por una cultura pública del latrocinio y la mediocridad. Huérfano de metas; dando tumbos en su desarrollo por la ausencia de un plan rector y de un liderazgo inteligente y comprometido. Un país que agrupa estamentos sociales extremos que coexisten en paralelo como ciudadanos de distintos espacios con expectativas y sueños divorciados. Una nación paria que exhibe al mundo sus más dignas cifras: el cuarto de América Latina en niveles de indigencia y el quinto en pobreza; el cuarto país en Latinoamérica en percepción de la corrupción; el sexto exportador mundial de mujeres a la prostitución. Una nación construida a retazos donde cada gobierno ha impuesto sus prioridades e intereses y donde 7 de cada 10 ciudadanos quieren emigrar a toda costa porque han perdido la esperanza. ¿Es eso nación? Nos han dejado migajas.

Hemos perdido la perspectiva de la realidad asumiendo ilusas percepciones de lo que realmente somos, dos sociedades que crecen asimétricamente y con rumbos separados: una económica, que sólo procura redituar sus inversiones sin mayor responsabilidad social; y otra política, que sólo aspira a la promoción social de sus miembros en base al negocio del poder. En el medio de esos dos mundos desconectados, yace una nación abandonada a su infausta suerte y condenada a la subsistencia del día a día.

Por más cosmetología urbana que pretenda disimular la identidad de nuestras miserias, la modernidad seguirá siendo una aspiración ideal confinada hoy en la mentalidad de un presidente digital que asume el desarrollo como una conexión a la red.

No hay agenda de futuro ni...

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