Opinion publica y Estado de derecho

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Opinión pública y Estado de derecho

Carlos R. Salcedo C.

En nuestro país parece que no existe una genuina y formada opinión pública

A mi juicio, a Ortega y Gasset le era indiferente que la soberanía de la opinión pública fuera un invento de Danton en 1789 o de Santo Tomás de Aquino en el siglo XIII, pues para él, la noción de esta soberanía pudo haber sido descubierta aquí o allá, en esta o la otra fecha o por tal o cual persona –añado yo–. Lo que importa para él, es el hecho de que la opinión pública, que es la fuerza radical que en las sociedades humanas produce el fenómeno de mandar, es cosa tan antigua y perenne como el hombre mismo.

Ahora que se indaga, debate y producen informes sobre la falta de mando de la opinión pública, es decir del pueblo, y de la necesidad de que este se empodere –haga suyo– adquiera capacidades y medios que lo habiliten para mandar y tener el poder, cabe hacer algunas precisiones que sé que pueden contribuir a entender, con Giovanna Procacci, a cuyo criterio me sumo, que la ciudadanía es siempre política, ya que responde a una estrategia de crear ciudadanos por medio de un conjunto de prácticas y conocimientos, en capacidad de disponer, según mi opinión, las políticas públicas que nos conduzcan por un camino de desarrollo humano y , que sea producto del pensamiento y acción construidos colectivamente y que no respondan únicamente a los planteamientos, visiones, deseos y decisiones de quienes han recibido el mandato de representarnos en el gobierno del Estado.

En nuestro país, parece que no existe una genuina y formada opinión pública.

Esto así porque cuando se requiere su presencia, en la mayoría de los casos, aparecen las distorsiones de la pluralidad, del consenso, de la justicia y de las demás pautas que identifican el Estado de Derecho, cuyas cuestiones clásicas de la filosofía política han resurgido en los últimos tiempos como preocupación de las ciencias sociales, dado el interés que se advierte en temas como el de la ciudadanía, afectado por el neoliberalismo y la globalización, como afirma Fernández Hazan y la llamada massmediatización de la cultura o del desarrollo de los medios masivos de comunicación.

Para que en República Dominicana haya una auténtica opinión pública, ésta debe activar sus dispositivos de defensa, promoción y garantía, sobre todo cuando, como ocurre con frecuencia, los ideales, principios, valores y costumbres democráticos que le sirven de base son puestos en duda, discutidos...

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