Con su perdón, Cardenal

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Con su perdón, Cardenal

José Luis Taveras

La soberbia cardenalicia se enardece nuevamente al batirse un tema de mucho escozor: la libertad religiosa. Con su pontificia altivez, Nicolás López Rodríguez, increpa a ciertos líderes de la comunidad evangélica por el pecado de haber demandado a la asamblea revisora de la Constitución la inclusión del derecho de las confesiones protestantes a oficiar matrimonios con plenos efectos civiles, privilegio que sólo detenta la iglesia católica. Con tono irónico, el purpurado le dice a las demás confesiones que no tienen la organización ni la autoridad para merecer esta gracia.

No es la primera vez que este cruzado arma su caballería para defender “la fe” cuando se habla de ceder privilegios. Ya en otra ocasión, sus juicios y poder aplastaron los débiles esfuerzos para declarar la inconstitucionalidad del Concordato. Si el coraje y la tenacidad de este envanecido apóstol estuvieran al servicio de causas más espirituales, la situación de crisis moral que vive hoy la iglesia católica no fuera tan ignominiosa. Pero parece que la gloria del “poder temporal”, como en los mejores tiempos del medioevo, se ha entronado con tanto ímpetu en el primado palacio cardenalicio, que a veces no sabemos cuándo habla el religioso o lo hace el político.

La jerarquía católica dominicana ha sido una pieza central en el engranaje del poder fáctico o del llamado establishment. Su rol no sólo es de influencia, sino de activa participación en los procesos de preservación del statu quo; obviamente, al lado de la oligarquía, madrina de sus privilegios históricos. Este dominio es innegociable e inmutable. Por eso, cualquier cuestionamiento es pulverizado desde el intento o silenciado por la maquinaria mediática que controlan los centros de poder. Contrariamente, la voz del cardenal dominicano, con su ostentosa carga de títulos nobiliarios, es recogida cada día por la prensa, aun para tratar los temas más nimios. La noticia está en el hecho de que lo diga el cardenal.

En ese contexto, la República Dominicanacuenta con una celebridad religiosa locuaz y presumida, que opina de todo, con la autoridad de la palabra revelada. Pasemos una rápida hojeada a algunas de sus más destacadas “opiniones pastorales” sobre los temas más variados.

Moda: En el VI Encuentro Mundial de las Familias (católicas) celebrado en México, sugirió que las mujeres son responsables de cualquier intento de violación (exitoso o fallido) por provocar a los hombres con escotes pronunciados y minifaldas.2 Muchas defensoras católicas de los derechos de la mujer deben sentirse muy halagadas con esta posición cargada de dignidad y humanismo.

Baile: En una conferencia sobre ética en las comunicaciones organizada por el Instituto Dominicano de las Telecomunicaciones (INDOTEL), afirmó que los seres humanos no han nacido para ejecutar bailes que son “para perros”, en alusión al reguetón.3 Obviamente, esto después que su iglesia le sacara tardíamente el pié a las tradicionales fiestas “patronales” –hoy populares– donde la borrachera y el alborozo evocaban una fogosa orgía canina.

Homosexualidad: La temeridad del purpurado llega a tocar un tema tan sensitivo para el clero como la homosexualidad. Al respecto, el religioso, en tono enfático, ha dicho que los homosexuales no tienen espacio en el ministerio sacerdotal; ya anteriormente había solicitado su expulsión de los centros nocturnos de la zona colonial4. Parece que el cardenal nunca estimó la trascendencia de un documento distribuido a los cardenales durante la elección del Papa Benedicto XVI que se refiere a esta situación como un “problema lacerante”, y según el cual, de los 1,600,000 seminaristas, sacerdotes y monjas repartidos en 220,000 parroquias en el mundo, aproximadamente, más de 400,000 son homosexuales y lesbianas, incluyendo también a transexuales en la propia Congregación para la Doctrina de La Fe que por mucho tiempo dirigió el propio Joseph Ratzinger, actual pontífice romano. También ha olvidado, nuestro flamante cardenal, que la iglesia católica romana en los Estados Unidos pagó 665 millones de dólares en el 2007, por casos legales de abuso sexual de menores por parte de algunos miembros del clero en acuerdos transaccionales con los demandantes, una suma que, según un informe de la propia iglesia, duplicó la cantidad pagada en el 2006,5 por sólo citar un digno ejemplo.

Corrupción corporativa: Cuando el derroche del Baninter estaba en su áureo esplendor, veíamos a un cardenal muy solícito bendiciendo una buena parte de las empresas vinculadas al fraude bancario o en pasarela social con el presidente del banco –hoy cumpliendo condena en Najayo–. Más tarde, el proceso judicial reveló que entre los beneficiarios del horrendo dispendio se encontraba la Conferencia del Episcopado Dominicano al aceptar millones de pesos del otrora rey Midas. Sin embargo, la gratitud del mitrado se manifestó a favor del banquero amigo reclamando “establecer responsabilidades en el caso”, al tiempo de demandar a la justicia transparencia y eficiencia.6

La lista de temas daría para editar “una enciclopedia epistolar cardenalicia” que desvelaría bondadosamente las inconsistencias morales entre el mensaje y los hechos; entre la fe militada y la simplemente profesada. Hacemos este recuento para valorar la densa gravitación del prelado católico en la vida pública, como expresión de la penetración del clero en todas las esferas, incluido el mundo de los negocios.

Durante la historia republicana, pocos gobiernos han tenido los pantalones para poner al clero católico en el lugar donde debe estar: la evangelización espiritual (Marcos 16:15). Los que osaron, pagaron caro el precio de su “apostasía”. Así, por ejemplo, la trama de la clerecía católica fue el catalizador para precipitar la caída del profesor Juan Bosch en 1963. La razón, muy sencilla: el temor del clero a perder los privilegios políticos y económicos derivados del Concordato. La Pastoral del Episcopado Dominicano del 25 de abril de 1963 se mostró alarmada por la presencia de “ideologías contrarias a Cristo, a la persona humana y a sus derechos: ideologías que siembran la agitación, el terrorismo y que augurarían caos moral, social y económico y finalmente la esclavitud”7. Decía, además: “y esto lo advertimos al notar la ausencia total de un reconocimiento explícito de los derechos de Dios y de la Iglesia Católica en esa Constitución del año 1963”.

Agregando:porque la Constitución del63 desconoce los derechos de la Iglesia, no consagrando las relaciones entre ésta y el Estado, fijadas en el Concordato. Como puede advertirse, la jerarquía católica no tuvo rubores ni disimulos para revelar sus verdaderos intereses en la urdimbre golpista; y lo peor, invocó para ello el nombre de Cristo. Fue así que estrechó una alianza con empresarios, terratenientes, militares, la extrema derecha y el Departamento de Estado de los Estados Unidos, para asestar, encontra...

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