Entre la responsabilidad social y el resultad o financiero

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Entre la responsabilidad social y el resultad o financiero

Fernando I. Ferrán

Los desastres en Enron y WorldCom ponen de relieve la importancia del tema de la responsabilidad social de la empresa (RSE ), es decir, de aquell as prácticas complementarias al negocio que, como parte de una estrategia corporativa, evitan daños y/o redundan en beneficios para las partes interesadas (los clientes, los accionistas, la comunidad, el medio ambiente). No obstante dicha actualidad, no existe un argumento indiscutible en el sentido de que el comportamiento ético, responsable, pague dividendos. En ese contexto, este artículo evalúa los pro y los

contra de la RSE , antes de ejemplificar el valor intrínseco de una cultura corporativa responsable y de esbozar los pasos que conducen, más all á del indispensable cumplimiento de la ley, hasta convertirla en una estrategia indispensable de todo negocio.

La disyuntiva Los desastres en Enron y World Com han dado relevancia al tema de la responsabilidad social de la

empresa (RSE), es decir, a aquellas prácticas complementarias al negocio que, como parte de una estrategia corporativa, evitan daños y o redundan en beneficios para las partes interesadas (los clientes, los accionistas,

los empleados y sus familias, la comunidad, el medio ambiente). Pero atención, así entendida, la RSE no está

justificada solamente por el comportamiento deshonesto e ilegal de empresas como las dos que acabamos de mencionar, sino porque el comportamiento ético es la mejor estrategia de negocios a largo plazo para cualquier empresa.

Claro está, la RSE, al igual que el comportamiento ético, enfrenta una tradición adversa y se refiere a una realidad

algo difusa.

La tradición adversa la expresa el gran economista Milton Friedman cuando insiste en que la única responsabilidad

de una empresa es generar beneficios, pues la dimensión social es atribución del Estado en función de

los impuestos pagados a él por el sector privado.

Enfrentando esa concepción minimalista, la realidad constitutiva de lo que es la RSE, la más de las veces se refiere a una u otra de estas tres definiciones:

“La responsabilidad social empresarial es el compromiso que asume una empresa para contribuir al desarrollo

económico sostenible por medio de colaboración con sus empleados, sus familias, la comunidad local y la sociedad

en pleno, con el objeto de mejorar la calidad de vida” (World Business Council for Sustainable Development,

Suiza.)

“La responsabilidad social empresarial se define como la administración de un negocio de forma que cumpla o

sobrepase las expectativas éticas, legales, comerciales y públicas que tiene la sociedad frente a una empresa” (Business for Social Responsability, Estados Unidos.)

“La responsabilidad social empresarial es el conjunto de prácticas empresariales abiertas y transparentes basadas

en valores éticos y en el respeto hacia los empleados, las comunidades y el ambiente” (Prince of Wales Business Leadership Forum, Inglaterra.)

Ahora bien, independientemente de la definición que adoptemos y de la tradición conceptual que asumamos, lo

decisivo es que la RSE es fundamental para justificar cualquier negocio. Y esto así porque las empresas no se legi

timan ya ante sus clientes por el poder que otorgan la herencia, la propiedad o el proteccionismo estatal. Ni el

dueño ni el presidente de una empresa, y menos aún el gobierno nacional, pueden hacer con una empresa lo que

les dé la gana.

En efecto, si algo está claro hoy día es que el futuro del éxito empresarial no es el simple resultado de la extrapolación

del pasado. “El poder en las empresas solamente se legitima por el perfeccionamiento interno, por la riqueza resultante de su ejercicio y por los servicios realizados en todas las vertientes de relación con las personas,

con la sociedad y con el entorno. No hay una cosa u otra; todas son necesarias y posibles”, tal y como afirma de

manera contundente Enrique Sendagorta, empresario español, directivo del IESE y ex presidente del Banco de Vizcaya.

En función de dichos servicios, la ética empresarial y la RSE ocupan una posición privilegiada. Por ejemplo, en

República Dominicana, el Código de Ética Empresarial del Consejo Nacional de la Empresa Privada (CONEP) y de la

Asociación Nacional de Jóvenes Empresarios (ANJE) estipula, entre sus quince principios básicos, que el empresario

debe:

Velar por un sistema de libre competencia y abstenerse a utilizar prácticas desleales de competencia.

Brindar informaciones veraces sobre los bienes y servicios ofrecidos por su empresa.

Ser solidario con sus empleados.

Colaborar con la mejoría de la calidad de vida de la comunidad.

Comprometerse a no impactar negativamente el medio ambiente, y No procurar beneficios personales, tratamientos especiales o privilegios que ocasionen una distorsión en el mercado.

Pero precisamente, ¿podemos asumir que la virtud siempre paga, es decir, que la RSE garantiza que las empresas

y las corporaciones tendrán éxito de manera casi automática?

Para algunos, como el articulista y empresario David Vogel, “no existe mucha base para afirmar que la responsabilidad social corporativa ‘paga’ de manera sistemática”.

De hecho, la mayoría de los...

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