La rutina de Eufemio

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"La rutina de Eufemio"

Manuel U. Bonnelly Vega

Abogado, exjuez de la Corte de Apelación del D. N., doctor en Derecho Penal por la Universidad de Buenos Aires, Argentina.

mbonnelly@drlawyer.com

Ilustración: Josías Rodríguez.

Muchos, quizás la mayoría de los que circulan diariamente por el área de los edificios de gobierno, tienen por verdad que Eufemio está loco.

Y, ciertamente, lo está. Lo que nadie sabe es el origen de su locura. Algunos la atribuyen a un exceso de estudios. Otros, en cambio, la justifican en un manoplazo que recibió en la cabeza mientras salía de un encuentro proselitista durante los doce años de Balaguer.

Los médicos, por su lado, certifican que Eufemio Lealdo Smith padece de esquizofrenia, aunque, gracias a la Divina Providencia, ha podido aprender a vivir con sus delirios, que son tan crónicos que para él ya resultan tan lógicos como reales.

A sus 67 años recién cumplidos, la rutina de Eufemio es simple. Se levanta con el sol y enseguida coge calle. Hace a pie la mayor parte de su recorrido por toda la Capital, aunque algunos tramos los recorre en vehículo de transporte público.

Antes tomaba cualquier carro de las rutas urbanas, pero con el tiempo los choferes no le abordaban, no tanto porque saben que él está loco, sino porque su locura le hace olvidar el aseo y, por tanto, despide un olor nada agradable. Por eso, cuando anda en vehículo, utiliza un taxi.

Un único taxi conducido por un pariente suyo que, por obligación familiar, tolera el vaho.

Su ruta varía, según el día de la semana, y según sus crisis esquizoides se lo permitan. Cuando sus delirios están controlados, suele partir desde su casa en la Santomé, subir a pie hasta la Mercedes y girar hacia el parque para entonces tomar la avenida Bolívar rumbo a Gazcue.

En aquel sector transita por más de tres horas visitando, día tras día, las casas de notables familias capitaleñas a cuyas puertas acude en procura de la "ayudita" que le dan. Con apego a esta rutina, Eufemio Lealdo reúne, fácilmente, quince o veinte mil pesos en una semana, más que cualquier juicioso y pulcro profesional.

Dentro de su locura, sabe que no puede ser muy insistente; por eso, sus visitas a una misma casa ocurren con intervalos suficientes como para que esa familia sienta que hace tiempo dio su última colaboración.

Y no solo intercala las visitas a una misma casa, sino que también intercambia el barrio. En ocasiones visita Naco; en otras, Piantini; en fin, lugares en los que su ruta le...

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