Una carta al presidente Danilo Medina

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"Una carta al presidente Danilo Medina"

Ernesto J Armenteros

Distinguido señor presidente:

No le escribo para pedirle, exigirle o recriminarle nada. Se lo aclaro desde el principio de mi carta porque supongo que está hastiado de que le pidan cosas, obras, trabajo, concesiones, o le recriminen por expectativas incumplidas. Pues bien, como no estoy en pedidera, quizás usted tenga curiosidad de leer lo que le escribo a continuación, aunque francamente no tengo mucha esperanza, porque usted no me conoce y “ni le huelo ni le hiedo” como dicen por su lugar de origen. Tampoco soy de ese lugar aunque tengo amigos de la bellísima zona de San Juan. Algunos son cercanos a usted y me han hablado muy bien de su persona y familia desde que era estudiante universitario, creándome la imagen de que Ud. es una persona deseosa de hacer una labor positiva para la nación y de que, al terminar su periodo de gobierno, aspira a poder saludar en la calle como otro ciudadano cualquiera y a su vez ser saludado y respetado por la labor hecha a favor de todos, tal y como lo dijo en un emotivo párrafo de uno de sus discursos al Congreso. Es un ideal encomiable y con el cual nos identificamos.

Habiéndole hecho saber que le tengo simpatía, no por eso creo que usted sea “ungido”, presumiblemente por los dioses, como escribió uno de sus bocinas en un arrebato de servilismo que hubiera sido más adecuado en tiempos medievales o en una de esas tristes ocasiones en que hemos sido gobernados por sátrapas todopoderosos a los que la arrogancia y la adulación les llevó a creer que eran superiores al resto de la raza humana. En fin, a creerse de verdad que eran ungidos. Pero lo que sé de usted me hace pensar que no es uno de los gobernantes que se cree que es infalible e imprescindible. Si creyera que es así, no estaría escribiendo esta ingenua carta. Aunque, pensándolo bien, quizás equívocamente usted se crea imprescindible de tanto escuchar que se lo dicen. Pero voy a asumir que no, que usted es suficientemente ducho y suspicaz como para distinguir sus verdaderos amigos de los oportunistas que rodean a aquellos que están en situaciones de poder. A esos que siguen las caravanas gritando ¡cuatro más!, ¡cuatro más!, ¡dame algo, papá!

Pues bien, partiendo de la premisa de que usted es capaz de entender que se puede equivocar, admitir errores y corregirlos, simplemente permítame decirle que percibir a los de la Marcha Verde como adversarios políticos es un error. Obviamente, entre unas...

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