En defensa del pesimismo

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"En defensa del pesimismo"

Ernesto J. Armenteros

Los factores que conducen al pesimismo y al optimismo pueden ser personales, ambientales, genéticos, culturales, ocasionales, temperamentales, inducidos, temporales, permanentes, de origen biológico, por razones exógenas, por defensa propia o por hábito. Es probable que a estas calificaciones se le pudieran añadir otras, pero, francamente, estoy hastiado y no sé adónde esta lista me llevará, porque no me siento muy optimista últimamente.

A los dominicanos, de acuerdo a renombrados intelectuales como Américo Lugo, nos califican como pesimistas culturales, habituales y además vagos por naturaleza. No estoy seguro de que tantos atributos negativos sean consistentes con la universalidad. Lo de pesimistas no parece ser cierto cuando participamos en el Carnaval de La Vega, pero lo de vagos sí parece acertado en esta ocasión. Lo de pesimista habitual sí parece ser cierto a aquellos que somos fanáticos del equipo de las Estrellas Orientales y vamos al play. En cuanto a lo de vagos, en términos universales, no parece ser tampoco cierto porque el dominicano se caracteriza por "buscársela". Esto último sin tener mucha consideración de la legalidad de la búsqueda o del esfuerzo requerido cuando la promesa de recompensa lo amerita.

En consideración de lo azarosa que ha sido la historia de nuestro país y lo desafortunado que hemos sido en el proceso de ser gobernados, se justifica nuestra inclinación al pesimismo. Como compensación natural a estas desdichadas circunstancias, el criollo ha desarrollado un sentido de humor negro que se manifestó magistralmente con una anécdota que circuló en la Era del Benefactor. Se decía que a Trujillo le llegaron informes de que la población estaba muy inquieta por la desastrosa situación económica de la nación en ese momento particular. Consecuentemente, Trujillo pidió que se hiciera una investigación de lo que pensaba el pueblo y que se le informara. Después de unos días el señor ministro encargado de la investigación le informó al Jefe que la población estaba dividida en sus opiniones en dos grupos: los optimistas y los pesimistas. Cuando el jefe le preguntó qué pensaban los pesimistas, él le replicó que eran de la opinión que en poco tiempo estarían comiendo mierda. Alarmado y esperanzado en que los optimistas tuvieran una visión más promisoria acerca del futuro, Trujillo preguntó qué pensaban los optimistas. El señor ministro del Interior le contestó que los...

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