¿Leyes para qué?

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"¿Leyes para qué?"

José Luis Taveras

Editorial.

Una de las propensiones más notables de los Estados débiles es creer fortificarse con las leyes. La intención fallida en esa pretensión es que la norma pueda suplir los vacíos que no puede llenar la voluntad colectiva. El resultado es un Estado hiperregulado incapaz de generar por cuenta propia el respeto al orden, más cuando es la autoridad pública quien quebranta su propia legalidad.

La grandeza de una sociedad reside en la calidad de sus ciudadanos cuando estos son tributarios de la institucionalidad que se construye a través del ejercicio responsable de sus derechos y obligaciones. Aspirar a este estado de conciencia pública parecería iluso, pero debe ser el plan de ruta de nuestro desarrollo democrático.

Las leyes no podrán lograr lo que nosotros no somos capaces de entender ni hacer; ellas definen las bases, los procesos y las formas, pero jamás pueden activar las intenciones para obedecerlas. Eso explica el caótico hacinamiento de leyes superpuestas, repetitivas y contradictorias que han deformado nuestro ordenamiento jurídico frente a un estado sistémico de insolvencia institucional. No nos faltan leyes, pero sí mucha autoridad; nuestra crisis no es...

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