La nueva prostitucion, en zonas de tolerancia

Páginas62965688

"La nueva prostitución, en zonas de tolerancia"

Roberto Antonio Gil López

Abogado, novelista, escribano y bohemio.

Cuando se escribieron las palabras de Pingala, en los libros milenarios de los Vedas, ya existía la prostitución en la India. Se había probado y se entendía como un medio natural de expresión corporal.

La Magdalena, uno de nuestros íconos, de alguna manera fue una prostituta arrepentida, aunque los evangelios apócrifos y los textos interpretados de los tiempos redimieron su imagen convirtiéndola de una de promiscua sexual a una de posible amante de Jesús; así lo afirma, por lo menos y a son de novela, Dan Brown en su Código da Vinci. Lo cierto es que la prostitución no tiene una Edad del Bronce, pero sí tuvo una Edad de Oro, aun antes de que el oro existiera. Carece de prehistoria; no porque no existiera el dinero, sino por la falta de registros confiables de narración de favores por carnes o por protección frente a las adversidades del clima. Esas son las aristas de la historia que los especialistas no quieren conversar, por ser quizás tan inherentes al ser que no es sino una continuación pasada del presente.

Las nóveles romanas tenían su gremio de trabajo sexual; se turnaban en las albercas para realizar, concientes de su destino temporal y remunerado, el mejor sexo que hubiera soñado un centurión, y en los tiempos de carestía económica del imperio se les contrataba para insuflar ánimo y fuerza a los gladiadores que iban a enfrentar la muerte. Ellas fueron como las puertas de la misma desdicha de morir; un colofón grato para dejar las tierras de dolor de la existencia humana.

Lo que sí es seguro es que no se registra una era, ni una época, ni un día, en que el mundo no contara con sexo como una expresión necesaria que nos multiplicara; es más, el mandato de origen es que se genere sexo de inmediato, si es que conocemos la inquiriente orden de "creced y multiplicaos". Lo de pagar por intentar multiplicarnos aparece un poco después, cuando el hombre y la mujer descubren que es mucho más fácil intentar multiplicar con un aliciente económico a cambio.

De todos modos, la satisfacción referida al sexo ha sido un elemento no salvado en nuestras sociedades, de ahí que, prostituyéndonos o no, siempre hemos sido presos de la compra del sexo. Hemos sido históricamente clientes o aspirantes del sexo, aun cuando no lo queramos admitir.

Pero nadie escapa al pensamiento de querer comprar una parte de niña, o, en el caso ideal de otros, un amante propio para las virtuosas capacidades de nuestras fascinaciones libidinosas. Nadie ha sido capaz de sostener que no ha querido un puente de valor económico para acercarse a un ser que por nuestras condiciones personales está sexualmente inalcanzable.

Por eso en muchos países la ley ha dejado el sexo mercadeado en un segundo plano de hipócrita criticidad hasta el punto de que el sexo prostituido y adúltero no es un aspecto de ilegalidad sino de alegalidad en nuestro espectro penal. Lo interesante es que en muchos lugares el sexo comprado es una única salvedad del racismo, tal como ocurre con los antros de negros que de ordinario son visitados por blancos que dicen no reconocerles ninguna bondad a las personas de color, pero cierran sus ojos ante la oferta de trabajadoras o trabajadores sexuales oscuras o mulatos fornidos.

Es más, las cuestiones sexuadas adquiridas deben (perdón Señor) ser parte importante de las confesiones de los católicos practicantes, que las dirán en espera de que se les libre con un par de oraciones, pero sin dejar de admitir que se consumió un buen tiempo entre sábanas de alquiler con salsa de mujer comprada.

Pero se le pasó el tiempo a los grandes legisladores de la moralidad. En primer término, la sexualidad como causa contractual ya no es un problema: miles de mujeres y de hombres viven de la diosa sexo de una manera o de otra. Y en el presente muchas manifestaciones se enmarcan en un predeterminado objeto del deseo económicamente considerado; así, es costumbre de las "novias" modernas recibir prebendas de sus futuros consortes para el pago del salón de mañana o de la blusa que apremiante luce en un escaparate de tienda de segunda.

Pero en el detalle de la evolución sexual dominicana hay un elemento más a tomar en cuenta, y es que existe ya una creciente propensión a la estructura y diferenciación de los cuatro sexos. Ahora no podemos hablar, como se podía en otros tiempos, de un F o un M, sino que existen FF y MM, como producto sexual apetecible, lo cual da una estrategia conductual diferente en una gama actualmente diversa de posibilidades del comercio sexual.

EL FENÓMENO DE LA PANLEGISLACIÓN. UN ACIERTO INNECESARIO:

Hemos encontrado en la red una legislación diversa que busca regular el comercio sexual, no por una moralidad de tiempos pasados, sino por un deseo innecesario de legislar. La panlegislación, que no es más que la sobreabundancia normativa, parece ser el fantasma más cercano que tenemos. Muchos la consideran el más desalentador mal que tiene la legislación dominicana. Este fenómeno permite entender el por qué la ley muchas veces no se cumple: ya porque existen otras disposiciones que redundan...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR