En relación a las acusaciones de pederastia a los curas de la Iglesia católica, apostólica y romana y el encubrimiento y complicidad de superiores

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"En relación a las acusaciones de pederastia a los curas de la Iglesia católica, apostólica y romana y el encubrimiento y complicidad de superiores en la jerarquía del Vaticano"

Ernesto J. Armenteros

Antes de iniciar esta lucubración deseo que quede constancia de mi absoluta sorpresa al enterarme de que el abuso de pederastia en la Iglesia católica es un mal difundido que afecta a miles, decenas de miles, de parroquianos y a miles de curas. Mi desconcierto sobre esto es tal que no salí convencido hasta leer y ver documentales sobre diferentes casos. Pero el testimonio de aquellos que fueron violados cuando niños y las gestiones que han hecho y continúan haciendo para que se les reconozca el daño sufrido no dejan dudas de que los casos son gravísimos y muy extendidos.

Desde temprana edad he sido educado por los hermanos De la Salle. Estuve doce años en el colegio homónimo en Santo Domingo. En todo ese tiempo jamás ningún hermano de la congregación trató de abusarme sexualmente ni tampoco sé de ningún caso entre los setenta compañeros de bachillerato.

Independientemente de las relaciones con los hermanos De la Salle, mi papá iba a misa diariamente y mi mamá tenía una peña los domingos en Boca Chica donde cocinaba como si estuviera esperando al ejército ruso. A esa peña iban muchos intelectuales, entre ellos Juan Bosch y doña Carmen, y muchos curas y monjas. Entre ellos era asiduo el padre Rubio, un cura muy dedicado a su quehacer, muy estudioso, un gran profesor de religión e historia, que mientras vida tuvo nos bautizó, nos dio la primera comunión, nos casó y finalmente nos enterró.

Cuando terminé mi bachillerato y quise irme a estudiar fuera de la República Dominicana, en 1958, no me daban el pasaporte. Eran los tiempos de Trujillo. Estaba "fichado". Cómo logré obtener el pasaporte es una larga historia, pero lo que viene al caso es que mamá lo logró con la ayuda del padre Posada, quien tenía buenas relaciones con Ramfis como su asesor espiritual. Ramfis tuvo periodos en que él se cuestionó asuntos de moral. Mi relación con curas no termina ahí con la ayuda del padre Posada, más bien empieza. Me fui a estudiar a la Universidad de McGill y fui a parar como residente en el Newman Club, que era, y es, el club de los estudiantes católicos de ese centro de estudios. El cura encargado de regentar el Newman Club era father Russell Breen. Una vez más, mi buena fortuna me protegía y en esta oportunidad me ofreció su amistad el sacerdote más...

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