La problemática del seguro de vehículos de motor en RD. (I)

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"La problemática del seguro de vehículos de motor en RD. (I)"

Maireni Rivas Polanco

Hace seis años, el ya desaparecido boletín mensual Juris Seguros recogía artículos de varios colaboradores que se titulaban de la manera siguiente: "Cuando el uso del teléfono celular constituye una violación a la Ley de Transito"; "Los accidentes de tránsito y la Ley 4117"; "La tragedia del seguro de vehículos"; "Factores que determinan la problemática del seguro de vehículos de motor República Dominicana"; "La siniestralidad en el ramo vehículos", entre otros.

Estos artículos expresaban no sólo la preocupación del sector asegurador por las perdidas que generaba la alta siniestralidad en el ramo de vehículos de motor, sino también el de la ciudadanía que padecía sus consecuencias. La lectura de estos artículos induce a pensar que en el sector asegurador el tiempo se ha detenido, que ha sido incapaz de resolver el problema, o que sencillamente lo ha aceptado como un mal necesario.

Evidentemente, ninguna de estas hipótesis puede ser aceptada como correcta y es necesario entender que hoy debemos analizar una problemática que ha evolucionado y que, al igual que los huracanes, ha alcanzado una categoría que intranquiliza y que lesiona severamente a distintas instituciones de la sociedad, razón por la cual todo aquel que adopte una actitud indiferente en la lucha por solucionarla incurre en un acto de irresponsabilidad.

El tránsito:

Salimos a las calles y ¿qué encontramos? A un esforzado joven que abandonó su pueblo de la frontera para refugiarse en una módica pensión de la zona universitaria con el propósito de hacerse profesional, ganar unos cuantos pesos, hipotecarse durante los mejores años de su vida y poder comprar un carro destartalado con el que pueda pagar la casa alquilada en la que vive con su mujer y dos hijos que produjo por adelantado. Son las siete treinta de la mañana, apenas ha recorrido 500 metros en su vehículo y ya cree que las pocas clases prácticas que tomó en la escuela de choferes en fueron suficientes para garantizar su supervivencia y la de sus semejantes. Se interna en una vía concurrida y el estruendo de la corneta de un cabezote le altera las pulsaciones del corazón.

No muy repuesto, casi se desmaya al sentir el empujón que le da una enorme guagua de transporte que parece reclamar su derecho de propiedad exclusivo del carril por el que transita. Las domésticas que regresan a sus trabajos luego de su día libre, al advertir la presencia...

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